La visita a Estambul comienza por la explanada de Sultanahmet, donde se miran desafiantes desde hace siglos Santa Sofía y la Mezquita Azul. Son los dos monumentos más emblemáticos de Estambul y un fiel reflejo del significado histórico de la antigua Constantinopla.
Santa Sofía
La antigua basílica de Santa Sofía representa como pocos monumentos el resultado de la lucha de civilizaciones. Se construyó en el año 532 con la ambición de convertirla en el templo cristiano más grande de la Antigüedad y se convirtió en un canon de la belleza arquitectónica que fue imitado en innumerables edificios en los siglos posteriores. Ambiciosa desde sus comienzos, su impresionante cúpula se vino abajo en 537 debido a un terremoto y para sostenerla tuvieron que añadírsele unos imponentes contrafuertes a los lados.
Los iconoclastas destruyeron una gran parte de sus maravillosos mosaicos. Hoy día se conservan sólo los que decoran la cúpula central y la Majestad de Cristo, en una de las naves laterales del segundo piso. Tras la conquista de Estambul por los musulmanes, Santa Sofía fue transformada en mezquita. Los seguidores del Islam decoraron las paredes con aleyas y colocaron un mirhab, el hueco que marca la dirección de La Meca, en su altar.
Ataturk, fundador de la República de Turquía y defensor del laicismo del Estado, ordenó que Aya Sofya se transformara en museo en el año 1930, cuando un equipo de restauradores comenzó los trabajos para recuperar parte de la grandeza del templo cristiano y las huellas de las dos grandes religiones que oraron en este templo. La restauración aún continúa.
Mezquita del Sultan Ahmet o Mezquita Azul
Cuando los musulmanes invadieron Estambul, el ansia de demostrar su grandeza les llevó a construir frente al magnífico templo cristiano un templo más impresionante que el de los cristianos. El resultado de este deseo es la mezquita del Sultan Ahmet o Mezquita Azul, conocida así por el color predominante de sus azulejos. Estas piezas, que como manda la tradición del Islam están decoradas con motivos vegetales y geométricos, proceden en su mayoría de la localidad vecina de Iznik, la cuna de la cerámica turca. La mezquita fue diseñada por el arquitecto más importante del Estambul musulmán, Sinan, que no vivió lo suficiente para dirigir su construcción. Ésta comenzó en el año 1616.
En realidad, lo que se conserva en la actualidad es estrictamente el templo, pero el proyecto original incluía también una madraza, un hospital, un comedor para los pobres, baños, un mercado y el mausoleo del sultán Ahmet. Sin embargo, la mayor parte de estas instalaciones se han perdido. La entrada de la mezquita, que puede visitarse libremente fuera de las horas del rezo, está en la avenida del Hipódromo. El obelisco egipcio, ubicado en el centro de esta avenida, es el resto más antiguo de la ciudad de Estambul, ya que data de época romana.
Palacio de Topkapi
El Palacio de Topkapi es el tercer monumento indispensable de Estambul. Se trata del palacio antiguo de los sultanes. Fue habitado por la familia real y su cohorte hasta el siglo XIX cuando, debido a los frecuentes incendios y la falta de comodidades, el sultán decidió construir un nuevo palacio en el barrio de Dolmabahçe. Topkapi representa el poder de los sultanes y la fuerza del Imperio Otomano.
La fotografía frente a la puerta de la Salvación u Ortakapi es prescriptita. Entre las maravillas que encierra este monumento, destaca el harén. La morada de la mujer del sultán, sus hijos pequeños y sus concubinas es la parte mejor decorada y más restaurada del complejo. Las puertas de los armarios cubiertas de nácar gracias a la técnica de taracea merecen un capítulo aparte. También merece una visita el tesoro real, con sus jades, diamantes, rubíes,… Hay tal gama de colores y tanta riqueza que la colección de joyas recuerda a los tesoros de los cuentos infantiles.
Una de las partes más agradables de la visita, que lleva más de tres horas, serán las vistas que se consiguen desde los jardines y una parte de sus balcones. El palacio está ubicado en un lugar estratégico y permite disfrutar de unas vistas privilegiadas sobre el cuerno de Oro y el estrecho del Bósforo, así como la parte asiática de la ciudad y, en los días despejados, el pequeño archipiélago de las Islas Príncipe. Los jardines están realmente bien cuidados y dar un paseo por ellos en primavera, cuando están cargados de flores, permitirá al turista llevarse una postal muy atractiva.
Además de ser el alojamiento habitual de la familia real, Topkapi también era el lugar de reunión de los jenízaros, el grupo de soldados que conformaba la guardia real y que era conocido por su crueldad y su pericia en el combate. Un pequeño consejo. A pesar del cansancio, no abandonéis el complejo sin conocer las cocinas que daban de comer a cientos de jenízaros.
Yerbatan
No se puede abandonar la explanada de Sultanahmet sin dedicar 20 minutos a las cisternas de la calle Yerabatan. La entrada está muy cerca de Aya Sofya y el recorrido puede hacerse en este tiempo, aunque, si uno se deja llevar por el aura mágica del lugar, preferirá quedarse un rato más.
Yerabatan es un inmenso depósito de agua construido en la época romana para abastecer la ciudad. Se sostiene gracias a una impresionante columnata, que fue construida con piezas procedentes de monumentos ubicados en las cercanías de Estambul. El complejo encierra pequeños secretos, como la columna de las lágrimas y las cabezas de la Medusa, tan reales, que uno tiene miedo de convertirse en piedra. En la actualidad, su acústica especial lo ha convertido en uno de los lugares más emblemáticos y surrealistas para escuchar conciertos en Estambul.
Mezquita de Kariye
La mezquita de Kariye o antigua Iglesia de San Salvador de Chora obliga al turista a apartarse de la zona antigua y penetrar en el Estambul más auténtico. En la Antigüedad esta iglesia estaba situada fuera de la ciudad, pero el crecimiento geométrico de Estambul ha ido absorbiendo las localidades cercanas, así como los restos arqueológicos de las inmediaciones. El asunto no es baladí, algunos historiadores piensan que el hecho de encontrarse perdida en mitad del campo fue lo salvó los mosaicos de San Salvador de Chora, la gran joya de este monumento, de los iconoclastas. Con la llegada de los musulmanes a Estambul, la iglesia también fue convertida en mezquita. Por ello, en el centro de la nave central podemos encontrar un mirhab.
Si en Santa Sofía se puede ver una pequeña muestra de esta técnica tan llamativa, en San Salvador podremos pasar horas hasta que apreciemos todos los ángulos de sus composiciones. Las imágenes representan la vida de la Virgen María, la infancia de Jesucristo y otras escenas. Data del siglo XIV.
El viajero puede aprovechar su visita a Estambul para apreciar la tradición turca y otomana para la construcción de mezquitas, muchas de ellas basadas en la superposición de cúpulas semejante a la que se encuentra en Santa Sofía. En este sentido, merece la pena visitar otros templos que destacan por su grandeza, como los Eyüp o Süleymaniye, por su elegancia, como la de Rüstem Pasa, o por su ubicación privilegiada, como la mezquita Ortaköy, que casi está bañada por las aguas del estrecho del Bósforo, y la Yeni Camii, que preside la entrada al puente de Gálata.
Palacio de Dolmabahce
A los pies de Taksim, de camino a Besiktas, dejando el estadio de fútbol a la derecha, se alza el palacio de Dolmabahçe. Los sultanes abandonaron el palacio de Topkapi a mediados del siglo XIX. Para algunos el encumbramiento del mal gusto, la antigua residencia real guarda tesoros procedentes de todas las partes del mundo. Los sultanes fueron presos del espíritu viajero de los decimonónicos y habitación por habitación se encuentran cuernos de elefantes, cornamentas de ciervos, porcelanas chinas, alfombras más grandes que piscinas, lámparas, escalinatas y doseles por todas… Una curiosidad. En la segunda planta y tras una nube silenciosa de turcos guardando pleitesía, encontraréis la cama donde murió en 1938 el fundador de la República de Turquía, Mustafá Kemal Ataturk, cubierta con la bandera nacional. El reloj situado frente a la cama marca la hora de su deceso: las 9.12 minutos.
Además de los dos palacios que hemos subrayado, Estambul, que durante varios siglos fue capital imperial, cuenta con otras residencias de la familia real y palacios de las clases nobles. Entre ellos, destacan el palacio de Yildiz y de Çiragan.
Otros lugares de interés
Estambul fue durante años una ciudad fortificada. De aquel pasado, quedaban hace unos años sólo vestigios, pero las autoridades emprendieron una rehabilitación de la muralla que bordea la península histórica. De todas formas, entre todas las fortalezas de Estambul, yo destacaría la de Rumeli Hisari, que está ubicada hacia la mitad del estrecho del Bósforo, en la parte europea. No en vano, Rumeli Hisari quiere decir castillo de los griegos, el nombre con que los otomanos del siglo XVI designaban a sus enemigos cristianos. Esta pequeña fortaleza tiene unas vistas increíbles sobre el estrecho del Bósforo y su constante trasiego de buques y petroleros. También permite contemplar de cerca el puente de Fatih Mehmet II.
Hemos intentado reseñar los monumentos más importantes, pero Estambul está plagada de miles de pequeños tesoros y es imposible referirse a todos ellos. La antigua capital otomana conserva todo tipo de iglesias, algunas de ellas nada convencionales. En Istiklal encontramos el templo católico de la iglesia de San Antonio. A las orillas del Cuerno de Oro la iglesia búlgara, que según la leyenda fue construida en solo tres días. Igualmente, Estambul cuenta con iglesias católicas armenias y templos ortodoxos, como el instituto religioso ubicado en el barrio de Fanar. Otros pequeños enclaves que merece la pena visitar son la fuente de abluciones de Tophane y la estación de ferrocarril de Sirkeci, que era el destino final del mítico Orient Express.